‒ Maestro,
la broma te va a costar cara.
Bartolomé
no parecía especialmente compungido.
‒ ¿Qué
broma?
‒ La del
capítulo 32 del primer libro de Samuel. Cuando terminó la misa, don Anselmo se
precipitó a la sacristía, se abalanzó sobre la Biblia, buscó ese capítulo, y
por más vueltas que le daba no lo encontró. Entonces le dijo a Modesto, el
sacristán: “Seguro que Jesús usa una Biblia protestante, que tiene más
capítulos”. Pero Modesto no estaba convencido y entonces don Anselmo llamó al
Seminario, a un profesor amigo suyo, y éste le dijo que todas las Biblias,
judías, protestantes y católicas tienen el mismo número de capítulos en el primer
libro de Samuel. Que el capítulo 32 no existe. A don Anselmo se lo llevaban los
demonios y le preguntó si el Derecho Canónico permite excomulgar a los que se
burlan de los ministros del Altísimo, eso es lo que dijo, ministros del
Altísimo, y su amigo le dijo que no estaba seguro, que si tú le hubieras pegado
una bofetada, a lo mejor, pero que en los últimos tiempos las cosas han
cambiado mucho.
‒ ¿Eso de la
excomunión qué es?, maestro ‒preguntó Felipe, el único que se atrevió a reconocer que no
sabía nada del tema.
‒ Más o menos, que
te echan de la iglesia, como si tu familia no te admitiera en su casa.
‒ ¿Por una broma?
Jesús no
prestó atención al desconcierto de Felipe. Se dirigió de nuevo a Bartolomé.
‒ ¿Cómo te has
enterado tú de todo eso?
‒ Yo tengo mis
fuentes de información. Son secretas.
‒ Como sigas
diciendo tonterías soy yo el que te va a excomulgar del grupo. La cosa es más
seria de lo que pensáis.
Permaneció
un rato en silencio, sin que ninguno se atreviese a comentar nada. Al fin,
preguntó:
‒ ¿Qué os he dicho
que se debe hacer en estos casos?
‒ ¿En qué casos,
maestro? ‒preguntó Tadeo.
‒ Cuando las cosas
se ponen difíciles.
‒ Yo iría a hablar
con el obispo ‒sugirió Andrés.
‒ Este obispo no
recibe ni a los curas ‒cortó seco Tomás‒. No pierdas el tiempo.
‒ Yo sé
perfectamente lo que tengo que hacer.
Las
palabras de Jesús los sorprendieron.
‒ Entonces, ¿para
qué preguntas?
‒ Para saber si os
enteráis de lo que os enseño. Ya veo que no mucho. En casos como estos hay que
ser “prudentes como serpientes”.
‒ “Y sencillos
como palomas” ‒completó Pedro, contento de saber la lección.
‒ A las palomas más
vale dejarlas para otro momento. Ahora hay que ser como la serpiente.
‒ No irás a morder
a don Anselmo.
‒ No. Me voy a esconder,
me voy a quitar de en medio durante una temporada.
Todos se
quedaron desconcertados, sin palabras.
‒ ¿A dónde te vas
a ir?, preguntó finalmente Juana. ¿Y qué vas a hacer?
‒ Lo de a dónde es
lo más fácil. Iré a la estación de autobuses y tomaré el primero que salga para
más de doscientos kilómetros de distancia. Y haré lo de siempre, hablar con la
gente y curar a los enfermos que pueda.
‒ ¿Y nosotros?
‒ Tú, Pedro, me
acompañas a la estación. Cuando sepas a donde me dirijo, se lo dices a todos y
os reunís conmigo dentro de dos o tres días. No conviene llamar la atención.
¿De acuerdo?
La versión original de Mateo 12,14-21
Los fariseos, al salir de la
sinagoga, planearon el modo de acabar con él. Pero Jesús se enteró y se marchó de allí.
Lo seguían muchos;
curaba a todos y les encarecía que no lo divulgaran. Así se cumplió lo que
anunció el profeta Isaías:
“Mirad a mi siervo, a
quien sostengo;
mi elegido, a quien
prefiero.
Sobre él he puesto mi Espíritu
para que anuncie la salvación a las naciones.
No gritará, no altercará,
no voceará por las calles.
La caña cascada no la
quebrará,
el pabilo vacilante no
lo apagará.
Promoverá eficazmente
el derecho.
En él esperarán las naciones.”
Los dos episodios
ocurridos en sábado sirvieron para demostrar que el yugo de Jesús, su forma de
interpretar y aplicar la ley, es suave y llevadero. Ahora trata Mateo el otro aspecto:
Jesús como modelo de humildad y mansedumbre.
Humildad.
Jesús no actúa
para llamar la atención. Lo siguen muchos, cura a todos, pero no quiere que lo
divulguen. No pone anuncios en Internet ni en el periódico, desea cumplir lo
profetizado por Isaías: “no gritará, no clamará, no voceará por las calles”.
Mansedumbre.
Lo demuestra su
comportamiento con las personas más débiles, representadas por la caña cascada
y el pabilo vacilante.
La caña
cascada es un peligro, y cabe la tentación de cortarla, sin intentar endere-zarla y
salvarla.
El pabilo
vacilante ilumina poco y huele mal; lo más cómodo es apagarlo.
Jesús no
actúa de ese modo. Su comportamiento con prostitutas, recaudadores de impuestos
(prototipo de los seres más odiados en la antigüedad) y gente descreída es la
forma concreta de vivir lo anunciado por Isaías.