- Doña María, menos mal que a su hijo lo respetan todos, porque si no se hubiera liado desde el primer momento. Fíjese que Bartolomé quería llevar la moto, y Juana decía que se iba con él de paquete. Y Judas empeñado en ir con la furgoneta, porque dice que sale más barato y que podía ser útil en cualquier momento.
Salomé se tomó un respiro.
- Pues nada de eso. Ni moto ni furgoneta. En el autobús, dijo Jesús. Como la gente del pueblo. Y cuando lleguemos a La Cuesta, andando de dos en dos a donde os diga. Pero no se lo han tomado mal.
Salomé se sirvió un vaso de agua.
- Su hijo es muy especial, doña María, dicho sea con todo respeto. A Felipe, que quería llevarse unas zapatillas de repuesto porque las que tiene están muy gastadas le dijo que no; y a Juan le vio dos billetes de cincuenta euros y le dijo que los dejara en casa. Como si cien euros fueran mucho, doña María. Con tantos como van, y para más de un mes, cien euros se acaban en un fin de semana. Pero eso no es lo más grande.
Salomé se dejó caer en la silla mientras María se esforzaba por imaginar qué sería lo más grande.
- ¡Ni el móvil! No les deja llevarse ni el móvil. Que no hace falta, que allí no hay cobertura. Yo estoy segura de que no es por eso, sino porque no quiere que se distraigan, que después se ponen a mandar guasás o como se llamen esas cosas y no hablan con la gente ni dan golpe. Pues ni chistar. Se han dejado las zapatillas, el dinero, la moto, el móvil, todo, y se han ido en autobús para La Cuesta. Lo que yo no sé es que pintan en La Cuesta. Porque yo estuve allí hace más de veinte años con mi difunto esposo y aquello está olvidado de la mano de Dios. Cuatro casas y cuatro olivos, cuatro casas y ocho almendros. Así todo el tiempo. Mucha hambre y mucha pena, eso es lo único que hay por allí. Digo yo que podían haberse ido a la playa, que ahora empiezan a llegar los turistas, y podría convertir a muchos protestantes de esos que vienen de Alemania. ¿A usted no le ha dicho nada?
- Me dijo que al párroco de La Cuesta le ha dado un infarto, Salomé. Por eso van allí, a echar una mano en aquellos pueblos.
- Ya me decía yo que tenía que ser algo de eso. Porque su hijo es un poco raro, doña María, usted perdone que le hable con franqueza; pero es buena persona y no hace las cosas a tontas y a locas.
La versión original de Mateo 10,1-15
Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para expulsarlos, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce apóstoles son estos: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Santiago hijo de Zebedeo, y su hermano Juan;
Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo el recaudador, Santiago hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el celoso, y Judas Iscariote, el traidor.
Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo el recaudador, Santiago hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el celoso, y Judas Iscariote, el traidor.
A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo:
No os dirijáis a países de paganos, no entréis en ciudades de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas descarriadas de la Casa de Israel.
Y de camino proclamad que el reinado de Dios está cerca.
Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad demonios.
De balde lo recibisteis, dadlo de balde.
No llevéis en el cinturón oro, ni plata ni calderilla, ni alforja para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bastón.
Que el obrero tiene derecho a su sustento.
El poder
El lector actual tiene la sensación de encontrarse en un mundo de ficción. ¿Quién de nosotros puede llevar a cabo estas tareas? Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad demonios.
Una vez más, al leer el evangelio es importante distinguir entre lo que dice y lo que quiere decir. Porque lo que parece imposible se ha hecho muchas veces realidad. Dejando a los muertos en paz, a lo largo de siglos se ha curado a millones de enfermos, se ha atendido a leprosos y se han serenado muchos espíritus.
La misión de los discípulos, proclamar que el reinado de Dios está cerca, significa luchar contra el sufrimiento que domina el mundo, causado en gran parte por la enfermedad y la muerte.
Hoy usamos palabras distintas, pero la realidad es la misma.
Los doce y las mujeres
Como símbolo de los doce patriarcas y de las doce tribus de Israel, Jesús elige a doce discípulos, aunque en el último parece que no estuvo muy acertado.
A menudo se olvida un dato que mencionan tanto Marcos como Lucas: Jesús no iba acompañado solo de los Doce. Le seguían también muchas mujeres que desempeñaban una función fundamental en el grupo. Marcos cita a María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé (Mc 15,40). Lucas habla de Juana, mujer de Cusa, Susana y "otras muchas que los atendían con sus bienes" (Lc 8,2)
Los destinatarios
No os dirijáis a países de paganos, no entréis en ciudades de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas descarriadas de la Casa de Israel.
Estas palabras, que parecen contradecir el espíritu universal de Jesús y del evangelio, se explican en el contexto polémico en el que fueron escritas por Mateo. Muchos grupos judíos reprochaban a los cristianos que Jesús fue un personaje poco amante de su pueblo, que se desinteresó de los israelitas para dedicarse a los paganos y a los samaritanos.
La instrucción de Jesús deja claro que no fue así: su interés principal se centraba en los judíos, y no fue culpa suya si éstos no quisieron aceptarlo.
Gratuidad y pobreza
En el siglo I abundaban las religiones y sectas de salvación, convertidas a menudo en un modo de ganarse la vida sus predicadores.
Jesús es radical es este aspecto. En sus breves instrucciones, después de hablar de la gratuidad que debe dominar su actividad, hace referencia a tres temas en los que debe manifestarse la pobreza del misionero: el dinero (ni plata ni oro ni calderilla), el alimento (la alforja) y el vestido (la túnica de repuesto y las sandalias).
San Pablo, tremendamente sensible a este tema, quiso siempre vivir de su trabajo para que no quedase desprestigiado su labor misionera.