lunes, 15 de julio de 2013

Insomnio y diálogo (Mateo 10,34-42)

             ¿Estás durmiendo?
            Juan se revolvió ligeramente en la cama.
            No. Estaba pensando.
            Lo mismo que yo. No consigo dormir. Y eso que yo soy de los que caigo en la cama como un tronco.
            Ya me he dado cuenta estos días. Duermes bien… y roncas mejor.
            Eso dice mi mujer. Estará contentísima de las tres semanas que llevo fuera.
            ¿En qué pensabas, Pedro?
            En lo que dijo esta tarde el maestro. Yo no sé si es que estaba molesto con algo o con alguno, o que está cansado. Pero fue muy duro. Demasiado pesimista.
            La culpa la tuvo Bartolomé, que se puso en plan de broma, como siempre. No sé si te diste cuenta, pero cuando dijo: “Yo creí que veníamos de vacaciones, y que todos nos iban a recibir muy bien, como a los turistas”, a Jesús se le cambió la cara. Fue entonces cuando dijo: “No os he traído a un hotel de cinco estrellas sino a la cárcel. Y cuando estéis presos, no va a venir a visitaros ni la familia”.
            No debería decir esas cosas. Así nos desanima. Algún día se lo voy a tener que decir.
            Yo, en tu lugar, me callaría.
            ¿Por qué?
            Porque no creo que reaccione muy bien.
            Pedro permanece en silencio, rumiando el comentario de Juan.
            De todos modos, el maestro dice a veces cosas que no me gustan. Como eso de que quien ame a su padre o a su madre, o a su mujer, o a sus hijos, más que a mí no es digno de mí. Parece como si quisiera ofendernos a algunos de nosotros sin necesidad. A ti y a tu hermano Santiago, que os lleváis tan bien con tus padres; o a mí, que soy el único que está casado. Me pareció una chulería. Me entraron ganas de decirle: “Mira, maestro, que podemos vivir muy bien sin ti, que no tenemos necesidad ninguna de ir a la cárcel por culpa tuya”.
            Juan sonríe. Afortunadamente, su sonrisa no la percibe Pedro en la oscuridad.
            Puedes volverte a casa cuando quieras. A las 8 de la mañana sale el autobús.
            ¿Y os dejo solos?
            Nosotros podemos vivir sin ti. Eres tú el que no puedes vivir sin él.
            Vete a la…
            No seas mal hablado.
            ¿Sabes lo peor? Que después de decir que tenemos que quererlo a él más a que a la familia me ha mandado que les escriba una carta a mi mujer y a los niños. Con lo difícil que es escribir una carta.
            Si quieres, te ayudo.
            ¿Tú has escrito una carta alguna vez?
            No. Pero he visto en una película cómo se hace.
           
La versión original de Mateo 10,34-42

            No penséis que he venido a traer paz a la tierra.
            No vine a traer paz, sino espada.
            Vine a enemistar a un hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; y los enemigos de uno son los de su casa.

           Quien ame a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí.
           Quien ame a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí.
           Quien no tome su cruz para seguirme no es digno de mí.
           Quien se aferre a la vida la perderá, quien la pierda por mí la conservará.

       Quien os recibe a vosotros a mí me recibe; quien me recibe a mí recibe al que me envió.
       Quien recibe a un profeta por su condición de profeta tendrá paga de profeta; quien recibe a un justo por su condición de justo tendrá paga de justo. 
       Quien dé a beber un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por su condición de discípulo, os aseguro que no perderá su paga.       
        Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a los doce discípulos, se marchó de allí a enseñar y predicar por aquellas ciudades.

        Un equívoco

          Los judíos tienen una palabra que resume las mayores esperanzas y la gran promesa de Dios: shalom, “paz”. Es lógico que los discípulos de Jesús pensaran que él había venido a traer esa paz.
         Jesús elimina este equívoco. Su persona y su mensaje no van a traer paz sino a provocar división y tensiones, incluso dentro de la familia. Como dijo el anciano Simeón a María: “Este niño será una bandera discutida”.
      Conviene saberlo de antemano para que nadie se escandalice ni se eche atrás por ese motivo.

            No es digno de mí

           ¿Qué requisitos se requieren para trabajar con un premio Nobel de bioquímica o formar parte del mejor bufete de abogados? El que no tiene un currículo excepcional no es digno de ese puesto.
            Jesús no exige un currículo pasado sino una actitud: ponerlo a él por delante de los dos mayores amores: el amor a la familia y a la propia vida.

        La recompensa
             El discurso de la misión no termina hablando de los misioneros sino de las personas que los acogen.
            A veces esas personas hacen lo más normal y sencillo: ofrecer un vaso de agua.
            Detrás de ese gesto, Jesús descubre algo muy profundo: el que acoge a los discípulos, lo acoge a él y acoge al Padre que lo envió.
            Esas personas no dejarán de recibir su recompensa.

        Un final desconcertante
      Después del discurso, lo lógico sería que los discípulos marcharan a la misión y volvieran al cabo del tiempo, como cuenta Lucas. Mateo, en cambio, cuenta que el que marcha a predicar y enseñar es el mismo Jesús.