‒
Pepe, lo que te has perdido por culpa de tu lumbago. Esto no puede seguir así. Hay
que denunciarlo al obispo.
Sinforosa
se abanicó sofocada sin permitir a su marido una palabra.
‒
Hace lo que le da la gana, permite que sus amigos se tomen la misa a la ligera,
le toma el pelo al párroco… Estaba yo en la plaza de la iglesia, esperando con
Angustias a la misa de doce, cuando los veo aparecer. Te aseguro que me dio
alegría pensar que venían a misa, después de más de un mes por ahí fuera. ¿Pues
sabes lo que ocurrió? Que estaban esperando que diesen el tercer toque, porque
ellos nunca entran a rezar un rato antes de la misa, cuando aparece corriendo
Santiago, el hermano de ese que parece tan buenecito, pero que es el peor de
todos, y dice que en el bar de Paco televisan el partido. No me preguntes qué
partido, que yo de eso no entiendo. Pues se acabó, ni misa ni nada. Todos corriendo
al bar. Como si no hubiera otra hora para ver partidos, que no paran de
televisarlos todo el fin de semana. ¡Qué hartura de fútbol, Dios mío! Yo pensé
que Jesús les iba a llamar la atención, pero no, se fue con ellos, aunque yo
estoy segura de que a él no le gusta el fútbol.
Y
la cosa no acaba aquí, Pepe. Porque se lo dijeron a don Anselmo, que estaba ya
a punto de empezar la misa, y se fue para el bar hecho una furia, y le dijo a
Jesús si no le daba vergüenza del mal ejemplo que estaban dando a la gente. Pues
Jesús se le queda mirando muy tranquilo y le dice:
‒
Don Anselmo, llevan más de un mes trabajando en la sierra. No han visto ni un
minuto de televisión, les hace mucha ilusión ver el partido.
Don
Anselmo se quedó desconcertado de una respuesta tan estúpida, y Jesús encima le
dice:
‒
¿No se acuerda usted de lo que hizo David en una ocasión parecida? No me
refiero al fútbol ni a la televisión, que en su tiempo no había. Me refiero a
lo que se cuenta en el capítulo 32 del primer libro de Samuel.
Don
Anselmo se puso colorado. Sinceramente, Pepe, yo creo que no sabía lo que se
cuenta en ese capítulo y prefirió callarse. Así que dio la vuelta y se fue para
la iglesia a decir la misa. ¿Pero sabes lo más grande, lo más indignante? Yo lo
sé por la hija de la del bar, que es una frescachona y lo contó luego riendo.
Resulta que cuando se fue el párroco Pedro le pregunta a Jesús:
‒
Maestro, ¿qué cuenta ese capítulo 32?
Y
Jesús se le queda mirando con una sonrisa y le dice:
‒
No cuenta nada. Ese capítulo no existe.
‒
¡Habrase visto! ¡Mentirle al mismo párroco! ¡Dejarlo en ridículo! Lo que te
decía. Ahora mismo llamo al obispo.
‒
Déjalo para mañana. Ahora estará diciendo misa.
La versión original de Mateo 12,1-8
Por
entonces, un sábado, atravesaba Jesús unos sembrados. Sus discípulos,
hambrientos, se pusieron a arrancar espigas y comérselas.
Los fariseos le dijeron:
‒
Oye, tus discípulos están haciendo en sábado una cosa prohibida.
El les respondió:
‒
¿No habéis leído lo que hizo David con su gente cuando estaban hambrientos? Entró
en la casa de Dios y comió los panes presentados, que sólo a los sacerdotes les
está permitido comer, no a él ni a su gente. ¿No habéis leído en la ley que, en
el templo y en sábado, los sacerdotes quebrantan el reposo sin incurrir en
culpa? Pues os digo que hay aquí alguien mayor que el templo. Si comprendierais
lo que significa misericordia quiero y no sacrificios, no condenaríais a los
inocentes. Porque el hombre es señor del sábado.
* * *
En el evangelio de ayer contraponía Jesús dos
actitudes ante la ley religiosa: la interpretación rígida e intolerante de los
fariseos, que cargan un fardo pesado sobre la gente, y la suya, semejante a un
yugo llevadero y una carga ligera. Al mismo tiempo, se ofrecía como modelo de
mansedumbre y sencillez.
¿Dónde
se puede observar mejor este contraste de actitudes? En uno de los temas más
candentes de la época: la observancia del sábado. En ese día ambienta el
evangelio los dos siguientes episodios. El primero es el que acabamos de leer. El
segundo, aunque no se lea en la misa, lo copio también por su relación con el
primero.
El
sábado
Muchos
cristianos piensan que el sábado es para los judíos como el domingo para
nosotros. Se equivocan totalmente. El sábado es mucho más importante para ellos.
El tema sería largo de exponer y me remito a J. L. Sicre, El cuadrante. Vol.
II: “La apuesta”, Editorial Verbo Divino, págs. 143-160. Recojo algunos datos sobre
la importancia del descanso sabático.
El sábado por encima de la vida
Aunque
es una práctica muy antigua, la obsesión por observar el descanso sabático alcanza
su punto culminante es un relato del primer libro de los Macabeos.
Un
grupo de judíos piadosos se ha retirado al desierto, en desacuerdo con la
política oficial de helenización. La guarnición de Jerusalén los persigue, los
asedia en sábado y les da el ultimátum de rendirse. La respuesta es tajante: “No saldremos ni obedeceremos al rey, profanando el sábado”.
Ante esta negativa, “los soldados les dieron el asalto enseguida, y ellos no
replicaron, ni les tiraron una piedra, ni se atrincheraron en las cuevas, sino
que dijeron:
-
¡Muramos todos con la conciencia limpia! El cielo y la tierra son testigos de
que nos matáis contra todo derecho.
Así que los atacaron en sábado. Y murieron todos,
con sus mujeres, hijos y ganados. Había unas mil personas” (1 Mac 2,31-39).
Precisamente
este hecho motivó que los Macabeos adoptaran una medida nueva: “Al que nos
ataque en sábado le responderemos; así no pereceremos todos como nuestros
hermanos en las cuevas” (v.41).
El sábado por encima de la independencia política
El
respeto al descanso sabático hizo que esta norma se interpretase de la forma
más estricta posible. Así, cuando Pompeyo asedió Jerusalén en el año 63 a.C.,
fue construyendo en sábado las obras de asalto a la muralla. Los judíos no
interpretaron eso como un ataque directo, y los dejaron trabajar. Como
consecuencia de esta actitud tan estricta, la ciudad terminó cayendo en poder
de los romanos.
Lo trabajos prohibidos en sábado
“Los principales trabajos prohibidos son cuarenta menos uno: arar,
sembrar, segar, hacer gavillas, trillar, aventar, escardar, moler, cerner,
amasar, cocer el pan, esquilar lana, blanquearla, rastrillarla, teñirla,
hilarla, tejerla; hacer dos mallas, trenzar dos cuerdas, atar un nudo y desatar
(un nudo), coser dos puntadas y rasgar para coser dos puntadas; cazar un ciervo
y degollarlo, desollarlo, adobarlo, curtir su piel, rasparla y cortarla;
escribir dos letras, borrar para escribir dos letras; edificar y derribar;
apagar y encender; golpear con un martillo, transportar de un sitio a otro.
Estos son los cuarenta menos uno principales trabajos (prohibidos)” (Misná,
Tratado Shabbat VII, 2).
Las espigas cortadas en sábado
Este episodio es más complejo de lo que parece a primera
vista. Parte de un hecho trivial: comer espigas para matar el hambre. De pronto,
como de la nada, surgen los fariseos y acusan a los discípulos de hacer algo
prohibido en sábado. Es falso que la ley prohibiera arrancar espigas en sábado.
Lo que se prohíbe en Ex 20,10 y Dt 5,14 es trabajar. Más tarde, moler grano o
aventarlo forma parte de los 39 trabajos elementales prohibidos.
Los fariseos demuestran que su yugo es pesado, insoportable. Exigen el máximo de
cosas pequeñas. “Filtran el mosquito y se tragan el camello”. Podríamos darles la razón en un punto: los
discípulos podrían ser más previsores, comer a sus horas, dejarse de
caprichos, ser más mortificados.
Jesús
no comparte esta postura. Defiende a sus discípulos, usando para ello
argumentos muy distintos:
1)
La historia demuestra que incluso los
mejores personajes, como David, no observan las normas en ciertos momentos; al citar la Escritura, Jesús hace trampa porque
David no iba con su gente sino solo.
2) La misma ley hace excepciones con los sacerdotes, con vistas al
servicio del templo; aquí hay algo más
importante.
3) Para Dios, como dijo el profeta Oseas, lo importante
no es la práctica cultual sino la misericordia;
el sentido de la frase de Jesús es: “si supierais sacar las consecuencias de lo que
sabéis de memoria, no condenaríais a
mis discípulos”.
4) Este Hombre es
señor del sábado. La frase es algo ambigua, porque puede significar
que Jesús, el Hijo del Hombre, es señor del sábado; y también que cualquier ser
humano es señor del sábado.
La continuación de Mateo 12,9-14: ¿es lícito curar en sábado?
Se dirigió a otro lugar y entró en su sinagoga. Había
allí un hombre que tenía una mano paralizada. Le preguntaron, con intención de
acusarlo, si era lícito curar en sábado. El respondió:
‒
Supongamos que uno de vosotros tiene una oveja y un sábado se le cae en un
hoyo: ¿no la agarrará y la sacará? Pues cuánto más vale un hombre que una oveja.
Por tanto, está permitido en sábado hacer el bien.
Entonces dijo al hombre:
‒
Extiende la mano.
El
la extendió y se le quedó tan sana como la otra.
Los
fariseos salieron y deliberaron cómo acabar con él.
Este episodio empalma con el anterior. Antes se ha
planteado que los discípulos hacen lo que no está permitido en sábado. Ahora se
plantea si está permitido curar en sábado. Es una trampa que le tienden a
Jesús, parecida a la de si hay que apedrear
o no a la mujer adúltera. Si dice sí,
malo. Si dice no, ¿cómo se justifica lo anterior?
Mateo recoge un episodio muy dramático y conflictivo
de Marcos (3,1-6), lo despoja de los elementos más hirientes y le da un matiz
pedagógico, didáctico. Jesús no emplea un argumento de Escritura, sino un
ejemplo de la vida diaria. Es curioso el contraste entre los puntos de vista:
para los fariseos se trata de curar, como quien hace cualquier otra cosa
(v.10); para Jesús se trata de hacer el bien (v.12).
Un final dramático
El
final es más trágico que el de la historia inventada. Sinforosa se limita a denunciarlo
al obispo. Los fariseos deliberan cómo acabar con él. El evangelio de Juan también
afirma que la actitud de Jesús ante el sábado fue uno de los motivos que
provocaron su condena a muerte.