María y
Juana se acercaron al grupo con cara seria.
‒
Bartolomé, cuando llegue el maestro, ni una broma. No está el horno para
bollos.
‒ ¿Qué
pasa?
‒ Que
llueve sobre mojado. Después de lo de ayer, lo de esta tarde.
‒ ¿Qué pasó ayer? ‒pregunta Judas,
que va siempre por sus caminos.
‒ Lo del
exorcista. Se presentó un cura diciendo que quería hablar con Jesús. Que era
exorcista y que tenía permiso de su obispo para echar demonios.
‒ ¿Y eso qué tiene
que ver con el maestro?
‒ Decía que está
endemoniado, y que por eso cura a mucha gente. Que los santos sólo curan
después de muertos. Cuando alguien cura mientras está vivo, y no es médico, es
que está endemoniado.
‒ Valiente
estupidez.
‒ Pues no veas
cómo se puso el maestro. Se fue para el cura y le dijo que no tenía ni idea,
que confundía al Espíritu Santo con el demonio, que el que tenía que
exorcizarse era él.
‒ ¿Y esta tarde
qué ha pasado?
‒ Estábamos tan
tranquilos en la plaza y se presentan cinco o seis, diciendo que vienen en
representación de la curia, del seminario, de la facultad de teología y de
varios grupos de católicos. Nos echamos a temblar, pensando qué querrían. Sin
embargo, se portaron de forma muy educada, con mucho respeto. Y le dijeron al
maestro: “Maestro, la gente dice que curas a muchas personas y que enseñas
cosas muy interesantes. Pero lo que enseñas no siempre está de acuerdo con lo
que dice la iglesia, y eres muy crítico con ciertas cosas”.
El
maestro se les quedó mirando y les dijo: “También algunos papas han sido muy
críticos con ciertas cosas.” Ellos respondieron: “Sí, es verdad. Pero el Papa
es el Papa. Y tú… Eso es lo que nos gustaría que aclarases. Que dieses una
prueba de tu autoridad para hacer y enseñar esas cosas”.
El
maestro empezó a mosquearse y les dijo: “No sé de qué me estáis hablando. ¿Qué
es lo que queréis?”. Y uno, que parecía el mandamás, le dice:
“Hablando claro, que hagas un milagro de los grandes, de
los que deja a todos admirados.” El maestro le echó esa mirada irónica que pone
a veces y le preguntó: “¿Un milagro como los de Moisés?” Ellos no se esperaban esta salida y se quedaron
desconcertados, pero luego respondieron que sí, que algo por el estilo.
‒ ¿Queréis que
haga venir una plaga de mosquitos? ¿Qué divida el Mediterráneo por la mitad?
¿Qué hunda a la flota americana en el Golfo Pérsico? Decidle a quienes os han
enviado que no pienso hacer ningún milagro. El único milagro será que cuando me
condenéis y me matéis la gente seguirá creyendo en mí.
Uno de
ellos se indigno ante estas palabras y le dijo: “Nadie está hablando de
matarte”. ¿Y sabéis lo que le contestó el maestro? “Tiempo al tiempo”.
La versión original de Mateo 12,38-42
[NOTA: La ficción inicial trata dos cuestiones distintas:
la acusación de que Jesús está endemoniado (Mt 12,22-32) y la petición de un
milagro (Mt 12,38-42). La liturgia ha omitido el primer relato y se limita al
segundo].
Entonces algunos escribas
y fariseos le dijeron:
‒
Maestro, queremos verte hacer algún prodigio.
El les
contestó:
‒ Una
generación malvada y adúltera reclama un prodigio, y no se le concederá otro
prodigio que el del profeta Jonás. Como estuvo Jonás en el vientre del cetáceo
tres días y tres noches, así estará este Hombre en las entrañas de la tierra
tres días y tres noches.
Durante
el juicio se alzarán los ninivitas con esta generación y la condenarán porque
ellos se arrepintieron por la predicación de Jonás, y hay aquí uno mayor que
Jonás.
La reina
del sur se alzará en el juicio con esta generación y la condenará, porque ella
vino del extremo de la tierra para escuchar el saber de Salomón, y hay aquí uno
mayor que Salomón.
La petición
En el
Antiguo Testamento, cuando Dios encomienda una misión difícil a una persona,
realiza a veces un prodigio para que se sienta seguro en su misión; así ocurre
con Moisés y Gedeón. Al rey Acaz también le ofrece realizar un prodigio “en lo
alto del cielo o en lo profundo del abismo”.
Lo
inaudito es que un grupo de personas pida a un profeta o sacerdote que realice
un prodigio para creer en él. En este caso se trata de los escribas
(especialistas en la Ley de Dios) y de los fariseos (seglares piadosos)
La reacción de Jesús
El
insulto
En
contra de las más elementales normas de la oratoria clásica, Jesús comienza
insultando a quienes realizan la petición. Los llama “generación malvada y
adúltera”. La referencia al adulterio no tiene nada que ver con el uso normal
de la palabra. La imagen está tomada de los profetas, que presentan a Israel
como la esposa de Dios, que ha abandonado a su marido para dar culto a otros
dioses. “Generación malvada y adúltera” equivaldría a “malvada e idólatra”. Llamar
“idólatras” a escribas y fariseos, que se consideraban las personas mejor
relacionadas con Dios, es un ataque terrible.
Intuyendo
la trampa
La
petición de los escribas y fariseos esconde una trampa mortal. Porque cualquier
signo que realice Jesús puede ser rechazado. Una tradición judía contenida en
el Talmud indica lo que podría haberle ocurrido si se hubiese prestado a ese
juego.
“Un baraita nos
enseña que Rabí Eliezer presentó todas las refutaciones posibles a los
argumentos de los rabinos, pero que éstos no aceptaron ninguna.
-
Si mi decisión tiene que prevalecer, que este algarrobo lo demuestre, les dijo
R. Eliezer.
E
inmediatamente el algarrobo fue arrancado del suelo y trasladado a cien codos
(otros dicen que cuatrocientos codos).
-
Un algarrobo no prueba nada, dijeron los rabinos.
-
Que esta corriente pruebe que yo tengo razón.
E
inmediatamente el agua se puso a correr hacia arriba.
-
Una corriente no prueba nada, dijeron los rabinos.
-
Entonces lo probarán las paredes de esta escuela.
Empezaron
a inclinarse las paredes; iban a caerse, cuando R. Josué las apostrofó de este
modo:
-
Si unos discípulos de los sabios disputan sobre halaka [legislación], ¿qué os
importa a vosotras?
Las
paredes no se cayeron, por respeto a Rabí Josué, pero tampoco se enderezaron,
por respeto a Rabí Eliezer. Todavía hoy siguen en el mismo estado"
(Baba
Metsi'a 59a).
El
protagonista de la historia, Rabí Eliezer, es algo posterior a Jesús, de hacia
el año 100 de nuestra era. Pero su postura inútil de discutir y ofrecer
prodigios a quienes no se dejan convencer refleja muy bien lo que podría
haberle ocurrido a Jesús si se hubiese prestado a tal juego.
Un
signo distinto al esperado
Por eso,
en línea contraria a lo que esperan, ofrece un signo de debilidad y muerte. San
Pablo se tuvo que plantear el mismo problema en Corinto. Su experiencia le
había llevado a advertir que los judíos, para creer, exigían milagros; y los
griegos, pruebas de sabiduría. Entonces Dios elige salvar usando el instrumento
menos poderoso y menos sabio desde un punto de vista humano: la cruz de Cristo.
Pero la debilidad de la cruz es más fuerte que todo poder humano; y la necedad
de la cruz más sabia que toda la sabiduría humana (ver 1 Corintios 1,18-25).
El
contraataque
El
episodio termina acusando a la generación malvada e idólatra de dos grandes
pecados, contraponiendo su actitud con la de algunos paganos:
‒ A diferencia de
los ninivitas, famosos por su crueldad y su injusticia, pero que se
convirtieron con la predicación de Jonás, los contemporáneos de Jesús se niegan
a convertirse, aunque él es más importante que Jonás.
‒ A diferencia de la
reina de Saba, que realizó un largo viaje para escuchar a Salomón, los
contemporáneos de Jesús desprecian su sabiduría, que es mucho mayor que la del
antiguo rey.
En este
pasaje, como en otros muchos del evangelio, se advierte que las palabras
originales de Jesús fueron retocadas por los evangelistas después de la
experiencia de la muerte y resurrección.