Judas aparca la furgoneta
cerca del grupo, abre la puerta y da una voz.
‒ Venid dos o tres a echarme una mano.
Mientras descargan las
bolsas de pan y una caja de naranjas pregunta a Felipe:
‒ ¿Qué habéis hecho esta mañana?
‒ Nos ha contado otra parábola.
‒ Podíais haberme esperado.
‒ Ha sido de improviso. Si quieres, ahora te la cuento.
‒ ¿Tan complicada como la de ayer?
‒ No. A mí me ha resultado mucho más fácil. Ha dicho desde
el principio a qué se refiere: al reinado de Dios.
‒ Sería mejor que empezara a hablar de su reinado, de
organizar bien el partido, que es lo que estamos esperando. Sólo quedan dos
años para las elecciones.
‒ Yo no creo que piense presentarse como candidato.
‒ No se lo digas a Pedro que le da un infarto. Está
convencido de que se presenta y de que gana por mayoría. Y los otros, igual.
‒ ¿Tú también?
Judas lo mira con una
mezcla de curiosidad y simpatía.
‒ Yo cada vez me hago menos ilusiones, Felipe. Mira el
grupo que somos. ¿Tú piensas que tenemos algún futuro?
Dejan en el suelo la caja de
naranjas y se sientan.
‒ Bueno, ¿me cuentas la parábola?
‒ Vamos a ver si la recuerdo bien. Bartolomé, échame una mano
si se me olvida algo.
Felipe carraspea y
comienza.
‒ Había uno que tenía una finca y la sembró.
‒ Eso es la parábola de ayer ‒lo interrumpe Judas.
‒ No. El principio se parece, pero no es lo mismo.
Carraspea de nuevo, como
si le diese energía para empezar.
‒ Había un dueño de una finca que la sembró con semilla de
un trigo muy bueno traído de Francia y esperaba una gran cosecha. Pero ese individuo
tenía un vecino con el que se llevaba muy mal, y se la tenía jurada desde hacía
un año, cuando se pelearon por unas higueras que uno decía que eran suyas y el
otro lo contrario. Total, que aprovechando que el dueño del campo tuvo que ir
unos días al pueblo, a una revisión médica, el vecino metió una máquina y
sembró por todas partes… ¿Qué dijo que sembró, Bartolomé?
‒ Cizaña.
‒ ¿Eso qué es? ‒pregunta
Judas.
‒ Nadie lo sabe, y el maestro esas cosas no las explica, pero
imaginamos que es una planta que no sirve para nada, ni para dársela de comer a
los burros. Bueno, pues al cabo de unos meses el capataz se da cuenta de que el
trigo buenísimo está mezclado con el yerbajo. Y va y le dice al dueño: “Don
Antonio, mire usted lo que ha pasado. Hay cizaña por todas partes. Y le juro
que nosotros solo plantamos la semilla que usted nos dio, que decía que era muy
buena. Nosotros no tenemos la culpa”. El dueño le dijo al capataz que no se
preocupara, que él sabía muy bien quién era el culpable, y que un día se iba a
enterar. Entonces… ¿cómo seguía, Bartolomé?
‒ Te estás inventando tantas cosas que no sé cómo sigue. Debe
ser cuando el capataz quiere que toda la cuadrilla vaya a arrancar la cizaña.
‒ Eso es. El capataz le propone al dueño organizar una cuadrilla
para limpiar la finca de cizaña, pero el dueño dice que no, que pueden
equivocarse y arrancar el trigo al mismo tiempo que la cizaña.
‒ ¿Tanto se parecen?
‒ Yo qué sé. Por lo visto, sí. A mí háblame de motores, no
de cosas del campo.
‒ No te mosquees, Felipe, lo estás contando muy bien.
Sigue.
‒ No hay nada que seguir. El dueño dice que al final,
cuando terminen de segar, será el momento de separar el trigo de la cizaña. El
trigo lo guardarán y la cizaña la quemarán.
Felipe lo mira sonriente. Judas
no oculta su asombro.
‒ ¿Eso es todo?
‒ Es más de lo que él ha contado, ¿verdad, Bartolomé? Yo
he adornado un poco la historia.
‒ ¿Y qué quiere decir?
‒ Nadie lo sabe. El dueño no puede ser el maestro porque
no tiene una finca. Y el enemigo no puede ser don Anselmo, el párroco, porque
no está de acuerdo con muchas cosas del maestro pero no le haría nada con mala
intención. Además, eso del trigo y la cizaña no sabemos a qué se refiere.
La mirada de Judas refleja
cierto reproche.
‒ Felipe, al principio me dijiste que la parábola de hoy
te resulto más fácil.
‒ A lo mejor quise decir más entretenida. Cuando hay un
enemigo siempre es más entretenida la historia.
‒ ¿Y le habéis preguntado al maestro qué significa?
‒ Sí. Pero ha dicho que antes va a contarnos otras dos
parábolas.
La versión original de Mt 13,24-30
Les contó otra parábola. El reinado de Dios es como un hombre que sembró
semilla buena en su campo. Mientras la gente dormía, fue su enemigo y sembró
cizaña en medio del trigo, y se marchó. Cuando el tallo brotó y empezó a
granar, se descubrió la cizaña. Fueron los siervos y le dijeron al amo: Señor,
¿no sembraste semilla buena en tu campo?, ¿de dónde le viene la cizaña? Les
contestó: Un enemigo lo ha hecho. Le dijeron los siervos: ¿Quieres que vayamos
a recogerla? Les contestó: No; que, al recogerla, vais a arrancar con ella el
trigo. Dejad que crezcan juntas hasta la siega. Cuando llegue la siega, diré a
los segadores: Recoged primero la cizaña, atadla en gavillas y echadla al
fuego; el trigo lo metéis en mi granero.
* * *
De mal
en peor, Encarna. No te puedes imaginar las historias que está contando. Todo
en clave, para que no se enteren la policía ni el obispo. Pero yo las he
entendido a la primera. Dice que tú, y yo, y Pepe, y todos los que piensan como
nosotros, somos como el asfalto de una autopista, en el que no se puede sembrar
nada; que somos incapaces de entender lo que él dice, y si lo entendemos, no
nos interesa o nos ponemos en contra. ¡Asfalto! Ya quisiera él tener la mitad
de sensibilidad espiritual que tenemos nosotros. Pero también les ha tirado una
puya a Gumersindo y a su mujer, que al principio iban con gusto a escucharle
pero desde que se fueron de vacaciones a Marbella no han vuelto a aparecer por
sus reuniones. ¿Sabes lo que dice que son? ¡Cardos borriqueros que ahogan la
palabra de Dios! La verdad es que entre ser asfalto y ser cardo borriquero prefiero
ser asfalto. Pero no te pierdas la última. Es más clara que el agua, aunque sus
discípulos, que son tontos, no han entendido nada. Ha dicho que al final nos van
a reunir a todos y nos van a quemar. Así, como suena. Que nos van a echar al fuego.
Y la policía sin hacer nada. Y el obispo con la boca cerrada. ¿Pepe? Ahí sigue con
su lumbago, y yo hecha una mártir. En fin, Encarna, te seguiré teniendo al tanto,
porque esta historia parece que va a durar mucho.