El evangelio en versión de hoy
Salomé entró en la casa sin llamar, como un torbellino.
‒ Doña María, no se puede
usted imaginar lo que dicen que ha hecho su hijo.
María la miró asustada.
‒ ¿Qué ha hecho esta vez?
‒ Que ha resucitado a Juani,
la niña de Agustín, el de la ferretería. Que anoche salió con unas amigas, y cuando
estaban charlando, de pronto, se cayó redonda. La llevaron a urgencias y el
médico dijo que no tenía nada, que le habría sentado mal el cubata. Pero cuando
volvieron a la casa ni respiraba. Muerta como un pajarito.
‒ ¿Y Jesús qué tiene que
ver con todo esto?
‒ Que venía de una reunión
con sus amigos, y cuando vio el jaleo que había en la calle se acercó a preguntar
qué pasaba. Agustín, que lo conoce, se le abrazó llorando. Y Jesús va y le dice
que no se preocupe, que el médico tiene razón, seguro, que la niña no está
muerta, que está mareada. Se mete en la casa, agarra a la niña de la mano y la
Juani se levanta como si tal cosa.
‒ Entonces no ha pasado
nada malo. Me has dado un susto, Salomé.
‒ Pero es que la gente
dice que es mentira. Que la niña estaba muerta y requetemuerta, y que Jesús ha
dicho que estaba dormida para disimular. Porque luego está lo de la otra, la
Antonia, que la pobre se ha gastado un dineral en botica con todas las
hemorragias que tiene, y dice que anoche se curó cuando tocó la chaqueta de
Jesús.
María la miró entre asombrada
e irónica.
‒ Esa chaqueta se la
compré en el mercadillo hace dos meses. Me dijeron que era de buena calidad, no
que tuviera poderes curativos.
‒ Pues Antonia dice que el
que tiene los poderes es Jesús, y que basta tocarle la chaqueta para curarse. Pero
que hay que tener mucha fe; si no, no vale.
María permaneció en
silencio un rato, abstraída. Luego preguntó:
‒ ¿Y tú qué piensas, Salomé?
‒ Yo no tengo dudas, doña María. Seguro que resucitó a la
Juani y curó a la Antonia. Ese hijo suyo es una cosa muy grande. Todos lo
dicen.
La versión original de Mt 9,18-26
Se le acercó un funcionario, se postró y le dijo:
‒ Mi hija acaba de morir.
Pero ven, pon la mano sobre ella, y recobrará la vida.
Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
Entre tanto, una mujer que
llevaba doce años padeciendo hemorragias, se le acercó por detrás y le tocó la
orla del manto. Pues se decía: Con sólo tocar su manto, me curaré. Jesús se
volvió y al verla dijo:
‒ ¡Animo, hija! tu fe te
ha curado.
Al instante la mujer quedó
curada. Jesús entró en casa del funcionario y, al ver a los flautistas y el
barullo de gente, dijo:
‒ Retiraos; la muchacha no
está muerta, sino dormida.
Se reían de él. Pero,
cuando echaron a la gente, entró él, la agarró de la mano y la muchacha se
levantó. El hecho se divulgó por toda la comarca.
* * *
Personas resucitadas por Jesús
Probablemente
el relato de Mateo te ha resultado muy breve, sin datos conocidos: que el padre
de la niña se llamaba Jairo, que cuando la hemorroisa tocó el manto de Jesús
éste se volvió preguntando quién la había tocado, etc.
Esto se
debe a que la versión más conocida del episodio no es la de Mateo, sino la de
Marcos 5,21-43, más detallada y dramática. A Mateo le gusta centrarse en lo
esencial, elimina detalles que considera anecdóticos.
La sabiduría de Jesús y la importancia
de la fe
Por eso
es importante fijarse en lo que Mateo cambia y añade.
El
cambio principal se encuentra después de la curación de la hemorroisa. Mira
cómo cuentan Marcos y Mateo la reacción de Jesús:
Marcos
Jesús, consciente de que una fuerza había salido de él, se volvió entre la
gente y preguntó:
‒
¿Quién me ha tocado el manto?
Los
discípulos le decían:
‒ Ves
que la gente te está apretujando ¿y preguntas quién te ha tocado?
El miraba en torno para descubrir a la que lo había hecho.
Mateo
Jesús se volvió y al verla dijo:
‒
¡Animo, hija! tu fe te ha curado.
En Marcos, Jesús parece desconcertado, y los
discípulos se lo echan en cara, pero él sigue buscando.
En Mateo, Jesús sabe perfectamente lo ocurrido y se
limita a alabar la fe de la enferma.
Personas resucitadas por Jesús
Los evangelios hablan de tres resurrecciones realizadas por Jesús:
ü la de la hija de Jairo (contada por Mt, Mc y Lc),
ü la del hijo de la viuda de Naim (que sólo cuenta Lc
7,11-17)
ü la de Lázaro (que sólo cuenta Jn 11).
Lo más
llamativo es que no cuenten todos lo mismo, como si lo importante no fuera la
cantidad sino la calidad.
¿Qué pretenden enseñar los evangelios?
Dos ideas muy distintas.
1) Jesús es un gran profeta, más poderoso que Elías y
Eliseo, que ambos resucitaron niños. Con la diferencia de que Elías y Eliseo
tenían que encomendarse a Dios y pedirle el milagro, mientras que Jesús lo hace
por su propio poder. No olvidemos que en el siglo I no se concebía a un gran
personaje religioso sin la capacidad de realizar milagros sorprendentes. Este
es el enfoque principal de Mateo, Marcos y Lucas.
2) Jesús es la resurrección y la vida. Todos
moriremos, y a ninguno de nosotros vendrá Jesús a resucitarnos en este mundo.
Pero la resurrección de Lázaro es símbolo y garantía de nuestra vida futura con
Dios. Este es el enfoque de Juan.
El manto milagroso
La
convicción de la hemorroisa de que bastaba tocar el manto de Jesús para curarse
la compartían otras personas.
Marcos
6,56 cuenta: «En cualquier aldea, ciudad, o campo a donde iba,
colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban
que les dejara tocar al menos la orla de su manto. Y los que lo tocaban se
sanaban.»
Casi lo
mismo dice Mateo 14,35-36. Lucas, en cambio, omite esta noticia.
Pedro imita a Jesús, pero sólo a medias
El libro de los Hechos de los Apóstoles (9,36-42) cuenta un milagro
parecido a propósito de Pedro. En este caso la difunta es una discípula llamada
Tabita (“Gacela”), famosa por sus obras de caridad.
Llaman a
Pedro y éste acude a toda prisa. Pero no puede limitarse a tocar a la difunta,
como Jesús. Igual que Elías y Eliseo, tiene primero que arrodillarse y rezar.