domingo, 7 de julio de 2013

Dos milagros (Mateo 9,18-26)

El evangelio en versión de hoy
           
            Salomé entró en la casa sin llamar, como un torbellino.
            ‒ Doña María, no se puede usted imaginar lo que dicen que ha hecho su hijo.
            María la miró asustada.
            ‒ ¿Qué ha hecho esta vez?
           ‒ Que ha resucitado a Juani, la niña de Agustín, el de la ferretería. Que anoche salió con unas amigas, y cuando estaban charlando, de pronto, se cayó redonda. La llevaron a urgencias y el médico dijo que no tenía nada, que le habría sentado mal el cubata. Pero cuando volvieron a la casa ni respiraba. Muerta como un pajarito.
            ‒ ¿Y Jesús qué tiene que ver con todo esto?
          ‒ Que venía de una reunión con sus amigos, y cuando vio el jaleo que había en la calle se acercó a preguntar qué pasaba. Agustín, que lo conoce, se le abrazó llorando. Y Jesús va y le dice que no se preocupe, que el médico tiene razón, seguro, que la niña no está muerta, que está mareada. Se mete en la casa, agarra a la niña de la mano y la Juani se levanta como si tal cosa.
           ‒ Entonces no ha pasado nada malo. Me has dado un susto, Salomé.
           ‒ Pero es que la gente dice que es mentira. Que la niña estaba muerta y requetemuerta, y que Jesús ha dicho que estaba dormida para disimular. Porque luego está lo de la otra, la Antonia, que la pobre se ha gastado un dineral en botica con todas las hemorragias que tiene, y dice que anoche se curó cuando tocó la chaqueta de Jesús.
            María la miró entre asombrada e irónica.
            ‒ Esa chaqueta se la compré en el mercadillo hace dos meses. Me dijeron que era de buena calidad, no que tuviera poderes curativos.
        ‒ Pues Antonia dice que el que tiene los poderes es Jesús, y que basta tocarle la chaqueta para curarse. Pero que hay que tener mucha fe; si no, no vale.
            María permaneció en silencio un rato, abstraída. Luego preguntó:
            ¿Y tú qué piensas, Salomé?
          Yo no tengo dudas, doña María. Seguro que resucitó a la Juani y curó a la Antonia. Ese hijo suyo es una cosa muy grande. Todos lo dicen.

La versión original de Mt 9,18-26

                Se le acercó un funcionario, se postró y le dijo:
            ‒ Mi hija acaba de morir. Pero ven, pon la mano sobre ella, y recobrará la vida.
                Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
            Entre tanto, una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias, se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto. Pues se decía: Con sólo tocar su manto, me curaré. Jesús se volvió y al verla dijo:
            ‒ ¡Animo, hija! tu fe te ha curado.
            Al instante la mujer quedó curada. Jesús entró en casa del funcionario y, al ver a los flautistas y el barullo de gente, dijo:
            ‒ Retiraos; la muchacha no está muerta, sino dormida.
            Se reían de él. Pero, cuando echaron a la gente, entró él, la agarró de la mano y la muchacha se levantó. El hecho se divulgó por toda la comarca.

* * *

   
            Personas resucitadas por Jesús

            Probablemente el relato de Mateo te ha resultado muy breve, sin datos conocidos: que el padre de la niña se llamaba Jairo, que cuando la hemorroisa tocó el manto de Jesús éste se volvió preguntando quién la había tocado, etc.
            Esto se debe a que la versión más conocida del episodio no es la de Mateo, sino la de Marcos 5,21-43, más detallada y dramática. A Mateo le gusta centrarse en lo esencial, elimina detalles que considera anecdóticos.

         La sabiduría de Jesús y la importancia de la fe

            Por eso es importante fijarse en lo que Mateo cambia y añade.
            El cambio principal se encuentra después de la curación de la hemorroisa. Mira cómo cuentan Marcos y Mateo la reacción de Jesús:

            Marcos

                Jesús, consciente de que una fuerza había salido de él, se volvió entre la gente y preguntó:
            ‒ ¿Quién me ha tocado el manto?
            Los discípulos le decían:
            ‒ Ves que la gente te está apretujando ¿y preguntas quién te ha tocado?
            El miraba en torno para descubrir a la que lo había hecho.

            Mateo

            Jesús se volvió y al verla dijo:
            ‒ ¡Animo, hija! tu fe te ha curado.

            En Marcos, Jesús parece desconcertado, y los discípulos se lo echan en cara, pero él sigue buscando.
            En Mateo, Jesús sabe perfectamente lo ocurrido y se limita a alabar la fe de la enferma.

         Personas resucitadas por Jesús

            Los evangelios hablan de tres resurrecciones realizadas por Jesús:
ü  la de la hija de Jairo (contada por Mt, Mc y Lc),
ü  la del hijo de la viuda de Naim (que sólo cuenta Lc 7,11-17)
ü  la de Lázaro (que sólo cuenta Jn 11).

            Lo más llamativo es que no cuenten todos lo mismo, como si lo importante no fuera la cantidad sino la calidad.

            ¿Qué pretenden enseñar los evangelios?

         Dos ideas muy distintas.
            1) Jesús es un gran profeta, más poderoso que Elías y Eliseo, que ambos resucitaron niños. Con la diferencia de que Elías y Eliseo tenían que encomendarse a Dios y pedirle el milagro, mientras que Jesús lo hace por su propio poder. No olvidemos que en el siglo I no se concebía a un gran personaje religioso sin la capacidad de realizar milagros sorprendentes. Este es el enfoque principal de Mateo, Marcos y Lucas.
            2) Jesús es la resurrección y la vida. Todos moriremos, y a ninguno de nosotros vendrá Jesús a resucitarnos en este mundo. Pero la resurrección de Lázaro es símbolo y garantía de nuestra vida futura con Dios. Este es el enfoque de Juan.

            El manto milagroso

            La convicción de la hemorroisa de que bastaba tocar el manto de Jesús para curarse la compartían otras personas.
            Marcos 6,56 cuenta: «En cualquier aldea, ciudad, o campo a donde iba, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejara tocar al menos la orla de su manto. Y los que lo tocaban se sanaban.»
            Casi lo mismo dice Mateo 14,35-36. Lucas, en cambio, omite esta noticia.

            Pedro imita a Jesús, pero sólo a medias

            El libro de los Hechos de los Apóstoles (9,36-42) cuenta un milagro parecido a propósito de Pedro. En este caso la difunta es una discípula llamada Tabita (“Gacela”), famosa por sus obras de caridad.
            Llaman a Pedro y éste acude a toda prisa. Pero no puede limitarse a tocar a la difunta, como Jesús. Igual que Elías y Eliseo, tiene primero que arrodillarse y rezar.