viernes, 19 de julio de 2013

Retirada a tiempo (Mt 12,14-21)

            ‒ Maestro, la broma te va a costar cara.
            Bartolomé no parecía especialmente compungido.
            ‒ ¿Qué broma?
            ‒ La del capítulo 32 del primer libro de Samuel. Cuando terminó la misa, don Anselmo se precipitó a la sacristía, se abalanzó sobre la Biblia, buscó ese capítulo, y por más vueltas que le daba no lo encontró. Entonces le dijo a Modesto, el sacristán: “Seguro que Jesús usa una Biblia protestante, que tiene más capítulos”. Pero Modesto no estaba convencido y entonces don Anselmo llamó al Seminario, a un profesor amigo suyo, y éste le dijo que todas las Biblias, judías, protestantes y católicas tienen el mismo número de capítulos en el primer libro de Samuel. Que el capítulo 32 no existe. A don Anselmo se lo llevaban los demonios y le preguntó si el Derecho Canónico permite excomulgar a los que se burlan de los ministros del Altísimo, eso es lo que dijo, ministros del Altísimo, y su amigo le dijo que no estaba seguro, que si tú le hubieras pegado una bofetada, a lo mejor, pero que en los últimos tiempos las cosas han cambiado mucho.
            ¿Eso de la excomunión qué es?, maestro preguntó Felipe, el único que se atrevió a reconocer que no sabía nada del tema.
            Más o menos, que te echan de la iglesia, como si tu familia no te admitiera en su casa.
            ¿Por una broma?
            Jesús no prestó atención al desconcierto de Felipe. Se dirigió de nuevo a Bartolomé.
            ¿Cómo te has enterado tú de todo eso?
            Yo tengo mis fuentes de información. Son secretas.
            Como sigas diciendo tonterías soy yo el que te va a excomulgar del grupo. La cosa es más seria de lo que pensáis.
            Permaneció un rato en silencio, sin que ninguno se atreviese a comentar nada. Al fin, preguntó:
            ¿Qué os he dicho que se debe hacer en estos casos?
            ¿En qué casos, maestro? preguntó Tadeo.
            Cuando las cosas se ponen difíciles.
            Yo iría a hablar con el obispo sugirió Andrés.
            Este obispo no recibe ni a los curas cortó seco Tomás. No pierdas el tiempo.
            Yo sé perfectamente lo que tengo que hacer.
            Las palabras de Jesús los sorprendieron.
            Entonces, ¿para qué preguntas?
            Para saber si os enteráis de lo que os enseño. Ya veo que no mucho. En casos como estos hay que ser “prudentes como serpientes”.
            “Y sencillos como palomas” completó Pedro, contento de saber la lección.
            A las palomas más vale dejarlas para otro momento. Ahora hay que ser como la serpiente.
            No irás a morder a don Anselmo.
            No. Me voy a esconder, me voy a quitar de en medio durante una temporada.
            Todos se quedaron desconcertados, sin palabras.
            ¿A dónde te vas a ir?, preguntó finalmente Juana. ¿Y qué vas a hacer?
            Lo de a dónde es lo más fácil. Iré a la estación de autobuses y tomaré el primero que salga para más de doscientos kilómetros de distancia. Y haré lo de siempre, hablar con la gente y curar a los enfermos que pueda.
            ¿Y nosotros?
            Tú, Pedro, me acompañas a la estación. Cuando sepas a donde me dirijo, se lo dices a todos y os reunís conmigo dentro de dos o tres días. No conviene llamar la atención. ¿De acuerdo?

La versión original de Mateo 12,14-21

            Los fariseos, al salir de la sinagoga, planearon el modo de acabar con él. Pero Jesús se enteró y se marchó de allí.
            Lo seguían muchos; curaba a todos y les encarecía que no lo divulgaran. Así se cumplió lo que anunció el profeta Isaías:
            “Mirad a mi siervo, a quien sostengo;
            mi elegido, a quien prefiero.
            Sobre él he puesto mi Espíritu
            para que anuncie la salvación a las naciones.
            No gritará, no altercará, no voceará por las calles.
            La caña cascada no la quebrará,
            el pabilo vacilante no lo apagará.
            Promoverá eficazmente el derecho.
            En él esperarán las naciones.

            Los dos episodios ocurridos en sábado sirvieron para demostrar que el yugo de Jesús, su forma de interpretar y aplicar la ley, es suave y llevadero. Ahora trata Mateo el otro aspecto: Jesús como modelo de humildad y mansedumbre.

         Humildad
      Jesús no actúa para llamar la atención. Lo siguen muchos, cura a todos, pero no quiere que lo divulguen. No pone anuncios en Internet ni en el periódico, desea cumplir lo profetizado por Isaías: “no gritará, no clamará, no voceará por las calles”.

        Mansedumbre
     Lo demuestra su comportamiento con las personas más débiles, representadas por la caña cascada y el pabilo vacilante.
     La caña cascada es un peligro, y cabe la tentación de cortarla, sin intentar endere-zarla y salvarla.
      El pabilo vacilante ilumina poco y huele mal; lo más cómodo es apagarlo.
    Jesús no actúa de ese modo. Su comportamiento con prostitutas, recaudadores de impuestos (prototipo de los seres más odiados en la antigüedad) y gente descreída es la forma concreta de vivir lo anunciado por Isaías.