jueves, 25 de julio de 2013

Cuatro reacciones ante el evangelio. Interpretación de la parábola del sembrador (Mt 13,18-23)

            Pedro quería ser el primero en hablar, pero todos estuvieron de acuerdo en que Leví era el mejor preparado para hacer un buen resumen de las diversas opiniones, aunque él no estaba de acuerdo, no por humildad, sino porque consideraba imposible resumir el caos de ideas que se habían propuesto.
            No nos hemos aclarado en nada, maestro. Empezamos por discutir quién es el sembrador, y Felipe decía que Dios, pero Simón, que hizo un curso de Biblia en la parroquia, dice que a Dios se lo presenta como pastor, no como sembrador. A esto respondió Bartolomé, que también fue a ese curso, que al principio del Génesis Dios planta un jardín. Pero Santiago el de Alfeo dice que no es lo mismo plantar que sembrar, y esta discusión nos llevó casi un cuarto de hora. Andrés propuso que el sembrador eres tú, pero todos pensamos que  lo decía para adularte y nadie aceptó la teoría. Así que no sabemos quién es el sembrador.
            También discutimos qué significa la semilla, sobre si era de trigo, de cebada o de centeno. Juan cree que tú piensas en la de soja, que está ahora de moda.
            Volviendo al sembrador, nos preguntamos si tú querías presentar a un sembrador listo o tonto, porque gran parte de la semilla cae en sitio improductivo, y eso no parece muy inteligente. Pero María dijo que como tú siempre hablas de cosas antiguas; y como en aquellos tiempos no había máquinas, siempre se desperdiciaba parte de la semilla. Así que no sabemos si era listo o tonto.
            Otra cosa que no entendemos es por qué si la semilla es la misma, y la última parte cae en tierra buena, unas veces produce cien, otras setenta y otras treinta. Juana dice que una parte de la tierra estaba bien abonada, otra regular y otra muy poca.
            Jesús ha escuchado con interés la explicación de Leví.
            ¿Eso es todo?
            Es un resumen. Hemos pasado casi una hora discutiendo.
            ¿Y a qué conclusión habéis llegado?
            A ninguna. No sabemos por qué has contado esa parábola ni qué quieres decir.
            Jesús guarda un momento de silencio antes de hablar.
            Ya hace tiempo que comenzasteis a seguirme, sobre todo vosotros cuatro señala con un gesto a Pedro, Andrés, Santiago y Juan. ¿Os atreveríais a decir cuánta gente me ha hecho caso?
            Lo mínimo el noventa por ciento responde Pedro seguro.
            Eso no te lo crees ni tú. Viene mucha gente para que los cure, pero no les interesa lo que enseño.
            Yo diría un sesenta por ciento modera la cifra Tadeo.
            Eso no se puede calcular en tantos por ciento rebate Tomás. Hay quien te busca por interés, luego se olvida de ti, más tarde vuelve a interesarse…
            Pero hay gente que viene buscando algo nuevo, no a que los cures.
            Es cierto, Susana. ¿Y esa gente, sigue adelante o se retira?
            Depende de los casos.
            ¿De qué casos? ¿Qué influye en la conducta de la gente? Eso es lo que quiere explicar la parábola. Prestad atención.
            Ante todo, el sembrador es Dios, soy yo, sois vosotros, son todos los que anuncien lo que os estoy enseñando. Y la semilla no es de cebada, de trigo, de centeno ni de soja; es el mensaje que voy proclamando por todas partes. ¿Cómo se comporta la gente cuando escucha lo que les digo yo ahora y diréis vosotros más adelante? Hay cuatro clases de personas.
            El primer grupo es el de los que escuchan el mensaje y no lo entienden, no les dice nada. ¿Recordáis lo que os enseñé sobre el amor a los enemigos, el perdón, el no ser esclavos de la riqueza…? Cuando oyen hablar de esos temas no les interesan lo más mínimo, pasan de ellos. Ni se les pasa por la cabeza unirse a nosotros. Es como si la semilla cayera en la carretera. Imposible que dé fruto.
            El segundo es el de las personas que se entusiasman fácilmente con lo que digo y entran a formar parte de nuestro grupo. Pero al cabo del tiempo no soportan las críticas y las burlas de quienes nos consideran un grupo de estúpidos o de criminales. Sobre todo, no soportan las persecuciones: el día de mañana, si oyen decir que han matado a alguno de nosotros, que nos han puesto una bomba, les entra el pánico y se quitan de en medio. Esa es la semilla que cae entre piedras.
            El tercer grupo es más constante en su entusiasmo, incluso podría durarles toda la vida. Pero surgen circunstancias imprevistas, sobre todo de tipo económico, deseos de enriquecerse, de una vida más cómoda y lujosa, y poco a poco van olvidando los buenos deseos hasta que desaparecen por completo. Es la semilla ahogada por los cardos.
            El cuarto grupo mantiene su entusiasmo hasta el final. Entiende la importancia del mensaje e intenta vivir de acuerdo con él. Es la semilla que cae en tierra fértil.
            Pero da fruto muy distinto interviene Santiago. Ya te hemos dicho que si la semilla es buena, y la tierra buena, debería dar siempre el mismo fruto.
            No, Santiago. Ese es un tremendo error que debéis evitar. No os empeñéis en que todos den el ciento por uno. Habrá gente que dará sólo el setenta, o incluso el treinta. Pero es tierra buena, ha dado su fruto.

La versión original de Mt 13,18-23

            Si uno escucha el discurso sobre el reino y no lo entiende, viene el maligno y le arrebata lo sembrado en su mente. Ese es el grano sembrado junto al camino.
            El sembrado en terreno pedregoso es el que escucha el discurso y lo acoge enseguida con gozo; pero no echa raíz y resulta efímero. Llega la tribulación o persecución por el mensaje, y falla.
            El sembrado entre cardos es el que escucha el discurso; pero las preocupaciones mundanas y la seducción de la riqueza lo ahogan, y no da fruto. El sembrado en tierra fértil es el que escucha el discurso y lo entiende. Ese da fruto: ciento o sesenta o treinta.

* * *

            Tíquico deja el cálamo y contempla el pasaje que acaba de escribir.
            Esto sí se entiende, Mateo. No es como lo de ayer. ¿Vas a seguir en la misma línea?
            Ya te dije que son siete parábolas. Y la siguiente…
            Mateo ríe pensando en la siguiente.
            Los va a volver tan locos como ésta. Tampoco se van a enterar de nada.
            ¿De qué trata?
            No seas impaciente. Mañana lo sabrás.